La neurobiología de las narrativas (o cómo contar historias es crear realidades)
¿Qué sucede si dejamos de contar nuestra historia? ¿Entra la historia de otro, alguien más que sostiene al universo? Una manera de verlo es que cuando dejamos de contar la historia que nos hemos contado desde nuestra realidad colectiva programada culturalmente entra nuestro propio programa, el de nuestra historia individuada, que no necesita que nos la contemos, puesto que alguien en algún lugar del universo —quizás en todo el universo— la está contando. Dejamos de describir lo que vemos para verdaderamente ver, para ser nuestra historia (ver algo verdaderamente es convertirnos en lo que vemos: el ojo es el sol).
¿Pero entonces cómo es posible que escribamos nuestra propia historia y que seamos nosotros mismos, si hay alguien más que cuenta nuestra historia? ¿Y quién sería ese alguien? Esto es un poco complejo y solamente tenemos la intuición para entenderlo, pero parte de la hipótesis de que solo la persona individuada (en términos de Jung) que se desprende de la colectividad para afirmarse a sí misma puede acceder a la totalidad, a la mente universal. Es decir, paradójicamente, para ser todos, para convertirte (otra vez) en el universo, antes tienes que ser tú, ser uno. Aquel que se desprende de la narrativa colectiva entra en la narrativa individual —que es la narrativa universal, flamante de arquetipos cósmicos— y escribe su propia historia, pero lo hace con la pluma del universo. El mundo no es ficción, es metaficción.
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