viernes, 15 de noviembre de 2013

La sombra y la meditación

Muy buena reflexión de Guille Pieragostini como parte de unos trabajos prácticos que estamos haciendo para el Centro Integral Bs As


El abrazo entre oriente y occidente que comenzó hace ya varias décadas abrió la puerta a una oportunidad sin precedentes de acceso a conocimientos para que podamos potenciar la evolución de nuestra conciencia hacia una mayor libertad y plenitud, sabiendo ahora que gracias a los aportes de occidente tenemos la posibilidad de volver en busca de objetos perdidos en este camino ascendente, a través de una regresión funcional al servicio de la evolución.

Comprender cómo opera la sombra y sus mecanismos nos permite ver que tendemos a negar partes de nosotros mismos enviándolas a la oscuridad del sótano. Creemos que así nos libraremos de esos aspectos monstruosamente negativos o insoportablemente positivos que nos perturban, sin darnos cuenta que en realidad aunque ya no los reconozcamos conscientemente como parte nuestra, ahí siguen estando, y seguirán influyendo de manera directa en nuestras vidas apareciendo en forma de síntomas y emociones secundarias que nos confundirán.

Son dos los niveles de disociación mediante los cuales el yo (1ra persona) puede expulsar ciertas experiencias más allá de sus fronteras, proyectándolas primero hacia un otro, Tu (2da persona): “no reconozco tal aspecto en mí, por lo tanto debe ser de ese otro”; y en segunda instancia una disociación proyectada hacia un ello (3ra persona), algo completamente ajeno a mi conciencia con lo cual ni siquiera tengo relación.

El hecho de que proyectemos nuestra sombra a un otro por ejemplo, no quita que en ese otro  verdaderamente estén esos aspectos que nos molestan...lo que sucede es que al ver esas cualidades que no puedo reconocer como propias, el otro se va a convertir en el “gancho” perfecto para proyectar la propia sombra.

Reapropiarse de lo escindido es convertir el ello en yo. En palabras de Freud “donde estuvo el ello, estará el yo”. Mientras que el proceso de disociación va de la 1ra a la 2da y a la 3ra persona, el proceso de reapropiación y por ende todo proceso terapéutico es el camino inverso, el 3-2-1. Y es este el gran aporte de occidente. En el trabajo con la sombra la importancia está puesta no tanto en la introspección, sino en la genealogía, en la historia del desarrollo del self para poder hacer ese camino inverso, esa regresión para destrabar el momento en que se generaron los fantasmas que hoy acechan desde la oscuridad del inconsciente.


Por su parte la meditación ayuda a expandir el contenedor y a relajar las barreras de la represión para acceder y reconocer la sombra con mayor libertad, pero para nada garantiza la reapropiación de los aspectos enajenados, ya que como dice Wilber “tratar de desidentificarse de un impulso ANTES de haber reconocido y experimentado su autoría, no conduce a la liberación, sino que aboca a la formación de síntomas.” Es decir, que para poder trascender, primero es necesario estar identificado, de otro modo se cae en la negación. Una cosa es desidentificarse para trascender e integrar esa identificación anterior, y otra muy distinta es negar, reprimir y disociar. El desarrollo sano consiste entonces en convertir el yo en mi (trascender e integrar apropiándose del sujeto de nivel inferior ahora como objeto-mío), mientras que el desarrollo patológico convierte el yo en ello (trascender y negar). Si no nos reapropiamos de la sombra, la meditación sobre aquellos aspectos nuestros que consideramos negativos no hará más que intensificar la alienación, es decir nos llevará a trascender y negar, y por ende a un desarrollo patológico. Este es lo que oriente no vio y lo que occidente viene a completar.  Hacer conciente lo inconciente es desarticular la represión para recuperar toda esa energía ineficazmente utilizada en una mala defensa, energía que necesitamos para continuar nuestro camino evolutivo. Podemos aprovechar este momento para comprometernos con nuestro crecimiento, o dejar que “el lado oscuro” siga dirigiendo nuestras vidas desde la sombra.

Guillermo Pieragostini